miércoles, 13 de agosto de 2008

De Tertulias de Vedia.

La magia de los tambores y las velas
despierta la tierra en la memoria de mi sangre.
Hoy he visto como nunca antes
el cortejo de la zamba y takirari.

Las risas, los aplausos,
los sones y colores...
Recuerda, tierra,
despierta en mí la patria escondida
por el sinsabor de decepciones...


Hoy me encuentro con mi tierra. Una amiga me acerca a una peña folklórica cuyos carteles veía desde lejos, con ganas pero con miedos. Miedos de encontrar lo mismo de siempre hasta ahora en centros tradicionalistas y jineteadas improvisadas. Pero obviamente no fue lo mismo. No encontré la tradición de mi padre, de paisanos gastados y penas ahogadas en alcohol. Este era un vino de alegría, no de huída. Era la tradición de mi madre, de guitarras alegres y jóvenes con ideales... ideales que pensé habían muerto. Si bien estos ya no son ideales de políticas prestadas, de charlas de café. Estos son ideales bien reales, de saber qué cosa es nuestra.

Ví con otros ojos el cortejo de la chacarera. A mí me lo habían enseñado de chica, en el colegio, para los actos o por algun profesor que creyó que aprender el pasado (recalco: el pasado) era importante. El cortejo era un sin sentido para mí con diez años. Era comparable, sí, al cortejo de las aves, y ese todo el sentido que tenía para mí.

Pero hoy, ver las risas y los intercambios de mirada, serios, significativos... fue otra cosa. Y me dieron ganas de volver. Ganas de volver a esta tierra tan mía, esta música que había olvidado a fuerza de repetición.

Voy a volver. Y voy a bailar.

Mi zamba.

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