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La mitad es real. La otra mitad... de a ratos se le escapa a alguna una sonrisa diafana y sin afectaciones. El resto del tiempo, un ínfimo terror acecha entre las pestañas enmascaradas de rimmel importado. La hiper adaptación y el ajuste constante necesario para sobrevivir en esta jungla de apariencias. Poca gente es real aquí. Dos amigas, una mujer sola que disfruta su ensalada consigo misma. All alone. All one. Otra mujer sola, entrada en años, meditará, si acaso, las formas y lugares que ocupa su familia. Comportamientos premeditados que encajan - tic-toc - en la relojería mecánica - tic - de comportamientos e interrelaciones - toc - pergeñados por ya más de dos siglos de mantenimiento constante. Allí no hay miedo. La certeza absoluta de esta realidad fabricada sostiene y aparta de cualquier duda. Los unicos miedos son aquellos que forman parte del engranaje: celos, el control que se escapa, el ego afrentado...
Poca gente es real aquí. Los mozos también replican esas miradas que sin ser esquivas, logran evitar cualquier tipo de contacto humano. Las sonrisas quedas, corazones apagados.
Algún que otro señor muy importante, llevando a cabo sus negocios mientras come, frac y peinado irreprochables. El gesto adusto, replicado por siglos...
Termino mi café. Me pregunto si en serio quiero llegar aquí. Si el confort de los bronces y los robles, los cubiertos de plata, los marmoles, los espacios diseñados. Las voces bajas, las pieles perfumadas. Si todo esto vale las angustias tapadas, los cientos y cientos de particularidades arrancadas de cuajo. La espontaneidad re-educada, cual bonsai, a seguir ciertas armonías prefijadas.
Jamás me habría sentado en este cafe. Hubiera huido como siempre ante la mera sugerencia de las falsedades. Enfrento mi miedo. Digo "por amor al arte". Por observar y relatar, por enmarcar los detalles. Cada persona un mundo. Cada mundo una historia. Estoy a salvo mientras esté fuera...
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Half of them are real. The other half ... sometimes a smile slips away, diaphanous and unaffected. The rest of the time, an infinitesimal terror lurks behind the imported mascara covered eyelashes. The hyper-adaptation and constant adjustment necessary to survive in this jungle of appearances. Few people are real here. Two friends, a lonely woman who enjoys her salad by herself. All alone All one. Another woman alone, in her late middle age, might be meditating, if at all, on the forms and places her family occupy. Premeditated behaviors that fit - tic-toc - in mechanical clockwork- tic - of behaviors and interrelations - toc - engineered through more than two centuries of constant maintenance. There is no fear there. The absolute certainty of this manufactured reality provides support and delivers from any doubt. The only fears are those that are part of the gear: jealousy, loss of control, affronted egos...
Few people are real here. The waiters also replicate those glances that without being elusive, manage to avoid any kind of human contact. The reserved smiles, hearts quenched. Some other very important man, carrying on his business while eating, impecable tuxedo and hair and frac fraying and combing irreproachable. The grim gesture, replicated for centuries ... I finish my coffee. I wonder if I really want to get here. If the comfort of bronzes and oaks, silver cutlery, marbles, designer spaces. The low voices, the perfumed skins. If all of this is worth the covert anguish, the hundreds and hundreds of peculiarities pulled out by the roots. The re-educated spontaneity, like bonsai, to follow certain predetermined harmonies. I would never have sat in this cafe. I would have fled as usual at the mere suggestion of ersatz. I face my fear. I say "for the sake of art". To observe and narrate, to frame the details. Each person a world. Every world a story. I'm safe while I'm away ...
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miércoles, 9 de noviembre de 2016
Francesca
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