domingo, 20 de noviembre de 2016

Balance.

Te sentas. Miras por la  ventana y  respiras hondo. Pasa un hombre con su niña al  hombro mientras suenan los platos y cubiertos en la cocina. El murmullo suave de la  vida que transcurre con calma en el  restaurante.  El hombre con la niña lleva un look hardcore. Sienta bien saber que el amor de padre no  está atado a un look preimpuesto. 

Se  siente el equilibrio dde las cosas.  Aquí la paz de una  comida preparada, quiza con amor por otros.  Recibida ciertamente con amor por nosotros.  Los niños juegan en la plaza y  todo  está bien.  Las  noticias de los  avances  tecnológicos vorazmente  veloces, como  efecto resorte del adormecimiento que los  contuvo desde el '50.  Un  presente feliz. Un futuro  fantástico.

Y del otro  lado de este mundo, la  discriminación se empodera, crece en violencia, un  virus imparable. Del otro lado crece la  pobreza,  ríen los crueles poderosos, las guerras  ganando terreno,  más  países e  inocentes reciben bombas y  ataques terroristas. Ya no puede llamarse terrorista porque el terror  está  normalizado, es lo que se vive hoy  día en la  mayoría de las realidades individuales.

Pero de este lado, paz. Amor. Calma.  Bendición. Es un balance, supongo. Es lo que  es. Y  sólo se puede dejarlos ser. Aceptar el balance. Hundirse en el confort.

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