domingo, 20 de noviembre de 2016

Balance.

Te sentas. Miras por la  ventana y  respiras hondo. Pasa un hombre con su niña al  hombro mientras suenan los platos y cubiertos en la cocina. El murmullo suave de la  vida que transcurre con calma en el  restaurante.  El hombre con la niña lleva un look hardcore. Sienta bien saber que el amor de padre no  está atado a un look preimpuesto. 

Se  siente el equilibrio dde las cosas.  Aquí la paz de una  comida preparada, quiza con amor por otros.  Recibida ciertamente con amor por nosotros.  Los niños juegan en la plaza y  todo  está bien.  Las  noticias de los  avances  tecnológicos vorazmente  veloces, como  efecto resorte del adormecimiento que los  contuvo desde el '50.  Un  presente feliz. Un futuro  fantástico.

Y del otro  lado de este mundo, la  discriminación se empodera, crece en violencia, un  virus imparable. Del otro lado crece la  pobreza,  ríen los crueles poderosos, las guerras  ganando terreno,  más  países e  inocentes reciben bombas y  ataques terroristas. Ya no puede llamarse terrorista porque el terror  está  normalizado, es lo que se vive hoy  día en la  mayoría de las realidades individuales.

Pero de este lado, paz. Amor. Calma.  Bendición. Es un balance, supongo. Es lo que  es. Y  sólo se puede dejarlos ser. Aceptar el balance. Hundirse en el confort.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Francesca

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La mitad es real. La otra mitad... de a ratos se le escapa a alguna una sonrisa diafana y sin afectaciones. El  resto del tiempo, un  ínfimo terror acecha entre las pestañas enmascaradas de rimmel importado. La hiper  adaptación y el ajuste constante necesario para sobrevivir en esta jungla de  apariencias. Poca gente es real  aquí.  Dos amigas, una mujer sola que  disfruta su ensalada consigo misma. All alone. All one. Otra mujer sola, entrada en años, meditará, si  acaso, las formas y lugares que ocupa su familia. Comportamientos premeditados que encajan - tic-toc - en la  relojería  mecánica - tic - de  comportamientos e  interrelaciones - toc - pergeñados por ya  más de dos  siglos de  mantenimiento  constante.  Allí no hay miedo. La certeza absoluta de esta  realidad   fabricada sostiene y aparta de cualquier duda. Los unicos miedos son aquellos que forman parte del  engranaje: celos, el control que se escapa, el ego afrentado...
Poca gente es real  aquí.  Los mozos   también replican esas miradas que sin ser esquivas, logran evitar cualquier  tipo de  contacto humano. Las sonrisas quedas, corazones apagados. 
Algún que otro señor muy importante,  llevando a  cabo sus  negocios  mientras come, frac y peinado irreprochables. El gesto adusto, replicado por siglos...
Termino mi  café. Me  pregunto si en serio quiero llegar  aquí. Si el  confort de los bronces y los robles, los cubiertos de plata, los marmoles, los  espacios diseñados.  Las  voces  bajas, las pieles perfumadas. Si todo esto vale las angustias tapadas, los cientos y cientos de particularidades arrancadas de cuajo. La espontaneidad re-educada, cual bonsai, a seguir ciertas  armonías prefijadas.
Jamás me  habría  sentado en  este cafe. Hubiera huido  como siempre ante la mera  sugerencia de las  falsedades.  Enfrento mi miedo. Digo "por amor al arte".  Por  observar y relatar, por enmarcar los detalles. Cada persona un mundo. Cada mundo una historia. Estoy a salvo mientras  esté fuera...
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Half of them are real. The other half ... sometimes a smile slips away, diaphanous and unaffected. The rest of the time, an infinitesimal terror lurks behind the imported mascara covered eyelashes. The hyper-adaptation and constant adjustment necessary to survive in this jungle of appearances. Few people are real here. Two friends, a lonely woman who enjoys her salad by herself. All alone All one. Another woman alone, in her late middle age, might be meditating, if at all, on the forms and places her family occupy. Premeditated behaviors that fit - tic-toc - in mechanical clockwork- tic - of behaviors and interrelations - toc - engineered through more than two centuries of constant maintenance. There is no fear there. The absolute certainty of this manufactured reality provides support and delivers from any doubt. The only fears are those that are part of the gear: jealousy, loss of control, affronted egos...

Few people are real here. The waiters also replicate those glances that without being elusive, manage to avoid any kind of human contact. The reserved smiles, hearts quenched. Some other very important man, carrying on his business while eating, impecable tuxedo and hair and frac fraying and combing irreproachable. The grim gesture, replicated for centuries ...

I finish my coffee. I wonder if I really want to get here. If the comfort of bronzes and oaks, silver cutlery, marbles, designer spaces. The low voices, the perfumed skins. If all of this is worth the covert anguish, the hundreds and hundreds of peculiarities pulled out by the roots. The re-educated spontaneity, like bonsai, to follow certain predetermined harmonies. I would never have sat in this cafe. I would have fled as usual at the mere suggestion of ersatz. I face my fear. I say "for the sake of art". To observe and narrate, to frame the details. Each person a world. Every world a story. I'm safe while I'm away ...
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