domingo, 1 de noviembre de 2009

Comentarios de la Lagaña Violenta.

Llego a mi casa (la casa de mi hermano, ya tendré mi casa) y me siento a escribir. Pensaba bañarme, relajarme... no. Tengo que escribir.

Me atacó una lagaña violenta hoy a la tarde. Fue en Aroma. Incidentalmente, mucho de lo que escribo surge en una cadena de cafe rápido. Pero esto es distinto, no es mi columna de Mac. Y no va a ser la columna de Aroma. Es la columna de la Lagaña Violenta.

Tenía mucha bronca hoy. Sentía tanta bronca y tanta impotencia que casi me desmayo en Recoleta. Casi me desmayo es una forma de decir... es sencillamente un irme, alejarme, ausentarme, y dejar este cuerpo donde está, como está. Solo huir.

Todo esto empieza ayer en realidad. Vimos El substituto, con Bruce Willis (o como se llame). Habla de la vida de plástico en que vivimos. De como nos alejamos de la naturalidad de ser humano, de las relaciones, de las emociones. De como buscamos lo artificial de tal manera, que nosotros nos convertimos en artificiales, y anulamos todo aquello que nos hace humanos. Si, era una pelicula de acción.

En fin, que al terminar la película, quedamos conversando de eso mismo, de la pérdida de naturalidad. De cuánto hace que no olemos la brisa, sentimos la piel... Como fuimos anulando los sentidos hasta no saber lo que es un pájaro, el olor del pasto a la mañana, el color del cielo... (no, no es azul).

Y hoy, tuve un shock de ese tipo de vida. Quisimos tomar un cafe antes de entrar al Centro Cultural, y nos equivocamos y fuimos por abajo. Por donde venden muebles. Me impresionó ver los valores que se manejaban (no estaban escritos en ningún lado, pero se sienten). Me impresionó darme cuenta de que una silla alimenta dos familias durante un mes. Pero lo que más me lastimó fue la gente. Cuánta gente de la que miraba muebles en ese lugar sabía que una silla alimentaba dos familias? A cuánta gente le importaba? A cada paso que daba, alfombras, sillones de ratán, sillas de diseñador, espejos colgantes... cuánto dinero, cuánto hambre... A cada paso que daba, una niña, una pareja joven decidiendo un sillón cama... Cuánto valdría el piso donde se mudarían? Cuantas casas humildes se construirían por el valor de ese piso? Cuantas frazadas para colegios, refugios, hospicios ... por el valor de ese sillón cama?

Eso fue lo que me superó. El momento en que en el chiste de Mafalda, trata de imaginarse un millón de chinos... primero uno, después a diez, después a cien... y ... Miles de millones de frazadas. Miles de millones de platos de comida. Miles de millones de libros, de caritas sucias, de caritas que duermen en la calle. Esa chalina, simplemente esa chalina... cuantos niños alimenta?


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Y hubo mucho más. Tratar de tomar el café aturdida por la cháchara vacía de tres señoras igualmente plenas. Tratar de ignorar que la esposa de ese señor, que espera su helado, se parece sospechosamente a los sustitutos de la película. Un café servido rápido, sin cucharas ("Perdón, son de plástico, no me quedan de las otras" después de tratar cuatro veces de que me escucharan por sobre el vacío de tres rubias con jopo), con azúcar "en las mesas" claro, buscá vos en cuál mesa, porque en la que me senté no había. El diario desparramado por páginas en la mesa de l costado, ya sin forma de diario, sólo tres o cuatro carátulas, Economía, Countries, Agronomía, Deportes...


Mucha rabia sentí. Y pasó bastante tiempo desde momento, muchas cosas lindas lavaron la ira... Por suerte. Si no, la Lagaña Venenosa hubiera tenido comentarios muy difíciles.

Mi consejo: respiren el aire, miren el cielo, escuchen la tierra.

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