jueves, 21 de junio de 2012

Balada para una loca.


Esas cosas que pasan cuando sos "un loco lindo".  La gente festeja tu locura, tus morisquetas, tus planteos surrealistas. Se divierte, disfruta, y piensa que disfruta con vos.  O quizá nunca lo pensaron.  No pensaron jamás lo penoso que es (a pesar de que el loco lindo esté riendo, aunque ese momento surrealista sea empírica e intrísecamente maravilloso) escapar de la realidad.  No es algo que el loco lindo tampoco se de cuenta, inmerso en su personaje, en su aventura onírica.  Pero es penoso huir, es penoso ocultarse detrás de un personaje para no aceptar que se tiene miedo a la vida.  Es penoso vestir de ropajes incomprensibles a una realidad que es, en sí, incomprensible, y por tanto amenazante.

Y la gente se ríe, y danza con el loco que tiene medio melón en la cabeza y dos medias suelas clavadas en los pies...  y esto seguirá quizá siendo la historia del pagliacci.  Porque nadie quiere ver la amargura, el temor, el temblor.  La suspicacia, la incertidumbre, el ansia desesperada de calma.

Y no da. Ya no quiero más. Ni disfraces. Ni risas. Ni bailes demenciales con la luna rodando por Callao.  No quiero una peluca de alondras. Quiero vivir  de verdad.

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