Patricio encontró su mate. Como quién encuentra su camino, su vocación, su música, su estilo de vida. Los mates de Patricio eran mates normales, comunes. Yerba en el mate, agua caliente, un poco de azúcar. Muy rico tu mate Patricio. Un mate como cientos de otros mates, rica yerba, rica agua caliente, muy rico.
Hay mates como todos los mates, y hay mates peculiares, llenos en sí mismos de todo lo que representa el mate, el despertarse al mundo, el compartir un momento que queda encerrado en cada sorbo, en el ruidito del final, y es un aquí y ahora completo de mate y pertenencia, cariño y dedicación a ese mate y a ese sabor y a ese sorbo y a ese ruidito.
Toma un tiempo llegar a esos mates trascendentales, que llevan la firma indeleble del que los cebó y que no se olvidan. Cada mate es único a la persona que lo ceba, las características del sabor, la cebadura, son inconfundibles. Recuerdo llegar a mi casa un día, tomar un mate que había quedado cebado y decir "estuvo tía Alicia, no?". Toma un tiempo encontrar la forma de cebar que nos identifica.
Y Patricio encontró su mate. Quizá con el tiempo varíe de nuevo, encuentre otras modificaciones que le agradan más... quién sabe. Pero ahora, la cantidad justa de hierbas, en proporción con la yerba y el azúcar... hacen que esos mates sean perfectos. Y resuman el momento perfecto y trascendental donde uno asimila la mañana con sus chicharras, con el trabajo, con las tostadas, y está todo en su maravilla dentro de un sorbo en una bombilla y un ruidito del final.
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