Hoy fui a la presentacion de un libro de un amigo. Un amigo que vi dos veces en un plazo de tres años.
Nos conocimos por un caballo. Un potrillo que cobraba peaje de mimos, se paraba en medio de la calle frente a mi casa en Reta, y no dejaba pasar a nadie hasta que lo hubieran acariciado. Mi papa se quedó charlando con este señor, que terminó siendo un escritor, que había buscado un nombre para un pueblo perdido cerca de la playa para un cuento, y finalmente terminó visitando ese mismo pueblo perdido cerca de la playa. Yo, que me las quiero dar de escritora, lo quise conocer también. Y hablamos. Y le conté que intento escribir. Y después, ya en Buenos Aires, le mostré lo que escribía y me dijo que me largue, y me recomendó leer a J. Kerouak, y escribir sobre una anécdota mágica que tengo de Reta.
De más está decir que no hice ni una cosa ni la otra. Y para peor, hoy, tres años después de eso, y a pesar de un par de invitaciones del amable y paciente señor, hoy lo vuelvo a ver para la presentación de su libro. Una serie de ensayos que iba a titularse "Tanguitudes, música y literatura" y dio en llamarse "Exploraciones, embriagueces y extasis".
Y este es mi reporte de lo vivido hoy.
Una oda a la amistad, una oda a la poesía y una oda al ser humano, no como especie, si no al hecho de ser humano, en cuanto a personalidad, persona, artista... en suma, Tomás Barna. Un encuentro de amigos con libros que son amigos y amigos que son de libro. Por un lado. Por el otro, un análisis profundo y detallado de la obra a presentar, de la mano de una dama de letras, y una emocionada poesía al ser, de la mano de un afamado periodista. Ambos de longitud y amplitud no modulada. Y dan pie a la voz "masculina y viril" de Tomas Barna... y empieza la magia. Las letras, los sonidos retumban en la sala. Se transfigura el todo. Es un vaso de vino, es un bar, es Esteban Espinosa y su doble. Son los muertos y el agua de Norma Fernandez Paz. Dejamos a Kafka y a Poe de lado, porque ya fueron tratados en el análisis y la poesía anterior, quedan Baudelaire, de quien nunca había escrito, y sin embargo se cuela en cada tramo de la obra, y Artaud, y ... tantos...
Las NADAS de Mallea aún resuenan en mi argentinismo patrio. Argentinismo con minúscula de país escondido, con miedo y sin agallas.
Quise bailar tus palabras, Tomas. Darle forma a la música de las letras. Música a medias tangueada, a medias jazzeada... sí, aunque no lo creas. Un tango fusión de cine, teatro, novela francesa, poesía... Un atado de memorias como dijo alguien.
Y se me hizo piel de gallina con las aguas, y los dobles, y la violencia de un cross derecho de Arlt. Y todavía falta leer el libro. Y voy a tener que ir a un curso de oratoria si quiero leer así, y que retumben las paredes, y se sacudan las almas, y boqueen sin aliento los que escuchan extasiados... embriagados... explorando tus memorias, tus abismos... y la angustia existencial del ser algo y no nada...
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